En una rueda de prensa que ha sacudido al mundo, el general Dan Caine, jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., confirmó que la operación “Martillo de Medianoche” desplegó más de 125 aeronaves en una acción coordinada contra el programa nuclear iraní. La ofensiva incluyó siete bombarderos furtivos B-2, cazas de cuarta y quinta generación, aviones cisterna, plataformas de inteligencia y vigilancia, y un submarino con misiles Tomahawk.
La operación comenzó a la medianoche del viernes, con bombarderos B-2 despegando desde EE.UU. continental. Parte del escuadrón se desvió hacia el Pacífico como señuelo, mientras el grupo principal volaba en silencio hacia Irán. Esta táctica de engaño permitió que los aviones penetraran el espacio aéreo iraní sin ser detectados, según Caine.
Los blancos principales fueron las instalaciones nucleares de Natanz, Isfahán y Fordo. El ataque incluyó el uso de bombas de alta penetración GBU-57, conocidas como “Massive Ordnance Penetrator”, y más de 24 misiles Tomahawk lanzados desde un submarino estadounidense. Según el Pentágono, los daños fueron “extremadamente severos” y el programa nuclear iraní ha quedado “devastado”.
La operación involucró a múltiples comandos estadounidenses, incluyendo el Estratégico, Cibernético, Espacial y Europeo. La sincronización entre plataformas aéreas y navales fue descrita como “milimétrica”, con comunicaciones mínimas para evitar detección.
Hasta el momento, no se ha reportado que aviones iraníes hayan despegado ni que sus sistemas de defensa antiaérea hayan sido activados. Caine atribuyó esto al éxito del factor sorpresa y a las tácticas de supresión empleadas por los cazas estadounidenses.
La operación “Martillo de Medianoche” no solo representa un golpe devastador al programa nuclear iraní, sino también una demostración del poderío tecnológico y estratégico de EE.UU. En palabras del secretario de Defensa, Pete Hegseth, se trató de un “éxito aplastante” que redefine las capacidades de ataque de precisión en el siglo XXI.